miércoles, 2 de septiembre de 2015

El Anhelo de lo Salvaje.



El día que todo ocurrió, Olive Oatman llevaba varios días viajando en carruaje junto a su familia; sus padres, sus cinco hermanos y su hermana pequeña. Su familia se había visto envuelta en una disputa religiosa, tan estúpida como todas, pero de mucha importancia en la comunidad mormona de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días.
Mientras la caravana se sosegaba después de cuatro días de polvareda y pedregales de volcanes apagados muchos siglos antes, junto a los pozos de Maricopa, alguien gritó... Los Yavapai se acercaron montando potros escuetos como sombras. Por señas y con auxilio de dos o tres términos mal hablados , pero suficientes, pidieron tabaco, luego pidieron comida, luego pidieron rifles... y por último mataron a los Oatman a cuchillo y desollaron algunos cueros cabelludos. Perdonaron la vida a las dos niñas, Olive de catorce años y Mary Ann de siete. Lorenzo, el hijo mayor de quince años, fué dado por muerto, pero el chico sobrevivió, permaneció inerte, regado con la sangre de su familia asesinada mientras la partida de Yavapai conducía al lejano asentamiento de la tribu a sus hermanas. Lorenzo despertó de la pesadilla y alcanzó a otros expedicionarios. Mientras ayudaba a enterrar los seis cadáveres en una fosa común, juró ante todos los presentes que encontraría a sus hermanas.
Las Oatman fueron esclavizadas por los asesinos durante un año... Yavapai, la gente del Sol de las sedientas praderas de Arizona. Las golpeaban y enviaban a por agua sin compasión ni descanso... La llegada de una visita de indios Mohave que encaprichados con Olive y Mary Ann les ofrecieron un intercambio: Dos monturas, algunos vegetales secos y unas mantas de yute. Las niñas fueron entregadas a los sensibles Mohave, que les enseñaron durante años a gozar de la sombra esquiva y pasmosa del cuervo y las enfrentaron al dulce dolor de la aguja y el pigmento azulado para tatuar el adorno que convirtió la barbilla mormona en una invocación al dios de los ríos venerado por la tribu.

Mohave... su nombre viene a partir de dos palabras: "aha", que significa "agua" y "macave", que quiere decir "a lo largo o al lado"... Ellos se hacían llamar "El pueblo que vive del agua." Vivían en los márgenes del río Colorado y del río Gila, Needles y el Cañón Negro. Estaban influidos culturalmente por los Hopi. Eran agricultores y también se dedicaban a la pesca fluvial. Escogían un "cabecilla" tribal, pero sólo tenía funciones de ritual político. Sólo hacía de consejero en tiempos de guerra y su prestigio se basaba en el éxito en las batallas, la lucha cuerpo a cuerpo y en tocar al enemigo en combate sin matarlo ni herirlo, ya que era lo más difícil. Tenían una sociedad guerrera secreta, Kwanami, con arqueros, lanceros y escuderos. Creían en un supremo creador y daban mucha importancia a los sueños, como fuente de poderes especiales y sobrenaturales. Las ceremonias tomaban forma de canciones y un ciclo de sonidos de sueños que narraban un mito. Un ciclo podía tener un millar de canciones.

El mismo jefe de la tribu, Espanesay y su mujer Aespaneo, que quisieron reparar el dolor que habían sufrido las chicas, las adoptaron, y a su vez dieron dos hermanas a la hija única de la pareja, Topeka, de la edad de Olive. Espanesay y Aespaneo decidieron tatuar la barbilla de Olive y la de Mary Ann. Olive pensó que esa marca la identificaba como esclava, pero aquella señal era un símbolo de protección mohave para entrar en el valle de las almas al llegar la muerte. Era en realidad una bendición. La mayoría de las mujeres Mohave llevaban tatuajes en la cara. Ambas aprendieron a escudriñar el cielo con los ojos cerrados, a conocer el olor de las tormentas futuras, a curtir pieles, a predecir la ventura dejando rodar sobre la tierra los huesos sagrados y hablar el rico idioma mohave, que no había sido mancillado por la expresión escrita y se limitaba a la comunicación oral y cantada. Las hermanas Oatman no ponían en duda que eran parte de aquel pueblo de felicidad silenciosa. Cuando los Mohave recibían la visita de exploradores blancos, las chica se escondían, se apartaban de la vista porque no querían ser raptadas de nuevo. Los recuerdos, incluso los más sombríos, comenzaban a ser parte de una memoria única que abarcaba el pasado y el presente y compensaba la desventura de uno con la nobleza del otro. Aunque los sacerdotes futuros de ciencia psicológica mencionarían el síndrome de Estocolmo, para ellas no existía la idea de ausencia. En 1855, una sequía sin piedad dejó la tribu sometida a una hambruna letal. Mary Ann, murió por desnutrición en los brazos de Olive. La enterraron como a otros niños que se fueron con ella, en una vasija de barro, material doblemente bienaventurado porque abrevia la unión de las dos grandes potencias, el agua y la arcilla.

Los rumores sobre las mujeres blancas que vivían con los "salvajes" empezaron a extenderse entre las comunidades europeas. Un día un visitante, un mensajero blanco llegó pidiendo el regreso de Olive a la civilización. Las autoridades del ejército enviaron una delegación para parlamentar con los Mohave. Las negociaciones fueron largas y dramáticas: Olive no quería abandonar a los suyos, pero uno de los presentes sugirió que la retención de una blanca podría justificar represalias armadas contra los indios. El regreso de Olive a la sociedad en la que había nacido se consumo como una tragedia. Después de muchas negociaciones, se acordó que la joven de diecinueve años fuera trasladada al Fuerte Yuma. Se sabe que lloró, llevándose las dos manos a la cara, al ser entregada al ejército de los Estados Unidos. Finalmente fué llevada al Fuerte Yuma en un viaje de 20 días a caballo. La acompañó su hermana india, Topeka. Olive llegó ataviada con sus ropas indígenas y con el pecho descubierto. Alguien del fuerte decidió que no podía entrar así y fué al encuentro de la expedición con un traje "apropiado" para vestir a la india que volvía a ser "civilizada".

Al cabo de una semana, Olive supo que su hermano Lorenzo seguía vivo y que la estaba buscando. En realidad todo el mundo la estaba buscando... Olive Oatman se hizo famosa al instante, todos los escritores querían atrapar su historia. El resto de su vida no es deplorable pero tampoco edificante. Junto con Lorenzo, recorrieron salones y centros comunitarios contando la experiencia. Iba con ellos y pagaba los gastos, el religioso extremista Royal B. Stratton, que odiaba a los nativos y había escrito un libro, "The Captivity of the Oatman Girls" (se convirtió en un éxito de ventas en 1857), al que hacemos un favor si aplicamos el adjetivo de voluntarioso y que se vendía con profusión entre los asistentes a las charlas. Una blanca secuestrada por "salvajes" era un reclamo persuasivo en aquellos tiempos de conquista y expulsión o matanza de pueblos aborígenes para garantizar la expansión de los blancos y sus apetitos. La figura de la chica con la barbilla tatuada se quedó prendada en todas las retinas. La chica hizo múltiples lecturas por Estados Unidos como forma de promoción. En las conferencias Olive se limitaba a repetir los hechos que enumeraba el libro. Contaba poco, apenas parpadeaba y parecía dormida en la vigilia. Eludía, con ayuda del fanático religioso, los asuntos delicados: La libertad sexual, la inocente desnudez, el amor...
En 1865 se casó con un ganadero, John B. Fairchild. El marido de Olive quemó todas las copias del libro que había a su alrededor. Le prohibió hacer más lecturas y tours promocionales, quiso borrar esa etapa de su vida. Adoptaron a una niña y se mudaron a Texas. Durante su vejez sufrió fuertes dolores de cabeza y depresión. A pesar de la fama y el estrés post traumático que es probable que sufriera después de la masacre de su familia, llevó siempre consigo un tarro de avellanas que le recordaba su vida con los Mohave. Olive murió en 1903, a los 65 años, de un ataque al corazón. Cuenta la leyenda que la joven del tatuaje en la cara quería morir siendo Mohave, era feliz con los nativos y nunca quiso volver. Años después de ser reinsertada, Olive fué descrita como una mujer "en duelo e insatisfecha". Siempre sintió el anhelo de lo salvaje... La chica había dejado pareja y dos hijos en la tribu. Su único deseo era regresar a casa.







Fotografías: A n a · S i o u x

© Todos los derechos reservados / © All rights reserved